Llegó el día temido, el día presentido,
llegó un día once el final,
como fue un día once el principio…
Se afinaron esa noche los puñales
como dardos en la diana,
certeros y fijos en el centro de las entrañas,
atravesando pecho y espalda,
brotando el flujo en las venas de súbito
remontando hasta la garganta,
enredando las cuerdas
quedando enmudecida de sentidos y palabras,
manando finos hilos de los ojos
como chorritos de agua en fuente helada…
¡Noche de luto y duelo de velas negras!…
En la primera de pasión y velas de colores
al mor de la lumbre de chispas y centellas…
Ahora noche de versos rotos por la frustración,
recitados con voz quebrada por el dolor…
¿Decidme cómo se puede tener odio o rencor
cuando ha habido y hay tanto amor?
¡No mi niño no hay encono!
No formarás parte de mis olvidos,
por siempre serás el rey de mi Trono mayor….
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